La Revolución Francesa. N15. A1. 2017

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Contents

Introducción

Toma de la Bastilla.

Este es el que probablemente sea el acontecimiento más importante de la historia en Europa ya que es el más estudiado en historia con hasta especialidades en universidades de todo el mundo aparte de ser la primera revolucion liberal de Europa.

Metodología

A principio de curso nos hicieron una encuesta en la cual nos preguntaban cual era nuestro tema preferido dentro de las posibilidades que nos daban a elegir, nosotros Candela Calabuig, Alvaro Oballe, Mario Reviriego y Javier Delgado elegimos este tema (La Revolucuion Francesa). En un inicio, todos los integrantes del equipo, nos distribuimos el trabajo para ir más rápido y ser más efectivos. A continuación, juntamos toda la información que elegimos a la vez que la bibliografía y fotos. Después lo pusimos en esta web y corregimos los errores.

Causas de la Revolución Francesa

Antes de entrar en el análisis del proceso revolucionario francés hay que señalar las causas que lo desencadenaron, dando por sentada la dificultad que supone establecer un orden de importancia en las mismas.

  • Debe destacarse, en primer lugar, que el impacto de la filosofía ilustrada en el proceso revolucionario es una realidad incuestionable. Las ideas que difundió la Enciclopedia de Diderot y D'Alembert (1751-1772), y las doctrinas políticas y sociales de Montesquieu, Rousseau y Voltaire dinamitaron los fundamentos teóricos de la monarquía absoluta y pusieron en manos del elemento burgués el ensamblaje teórico con el que justificar la destrucción del Antiguo Régimen. El barón de Montesquieu desarrolló la teoría de la división de poderes en El espíritu de las leyes (1748); Voltaire censuró el poder y fanatismo de la Iglesia y defendió la tolerancia y la libertad de cultos; Jean-Jacques Rousseau planteó en El contrato social (1762) el principio de la soberanía popular, que el pueblo ejerce a través de representantes libremente elegidos.
  • Durante el siglo XVIII, Francia vivió una serie de desajustes sociales propios de unas estructuras anquilosadas incapaces de adaptarse a la dinámica de los tiempos. El desarrollo de la economía, con importantes avances en sectores como la industria y el comercio, había favorecido el protagonismo de la burguesía, cuyo creciente poder económico no se veía correspondido con la función que le era asignada en la sociedad del Antiguo Régimen. A la eclosión de la burguesía como nueva realidad social cada vez más reacia a tolerar las prerrogativas y prebendas de los estamentos superiores, había que añadir la insoportable situación del campesinado francés, sujeto a un sistema de explotación señorial que, lejos de suavizarse a lo largo del siglo XVIII), tendía a hacerse aún más oneroso.
  • En la década de 1780, una sucesión de malas cosechas y graves crisis agrícolas desencadenaron la casi paralización de los restantes sectores económicos, íntimamente dependientes del sector primario. La prolongada depresión se dejó sentir con notable intensidad en el campo y en la ciudad, sucediéndose, en los años que precedieron a la Revolución, una serie de motines y levantamientos populares provocados por la carestía y la escasez de los productos de primera necesidad.
  • El factor que precipitó la Revolución fue la crisis política surgida cuando Luis XVI intentó hacer frente a la caótica situación financiera por la que pasaba el erario público. El déficit crónico de la monarquía se había convertido en el problema más acuciante para los últimos gobiernos del despotismo ilustrado. Los gastos provocados por el apoyo a la independencia de las colonias británicas en América y por los dispendios de la corte de Versalles hacían inaplazable la toma de medidas urgentes en unos momentos en los que el Estado carecía de crédito ante los banqueros y ya no podía recurrir al clásico expediente de incrementar la presión fiscal a los que siempre la habían soportado. En estas circunstancias, los responsables de finanzas de los gabinetes de Luis XVI, Robert Jacques Turgot (1774-1776) y Jacques Necker (1778-1781), sugirieron al monarca algunas medidas encaminadas a equilibrar el presupuesto, aunque no lograron su objetivo al ser destituidos de sus cargos por la presión de los sectores más conservadores de la nobleza y del clero. Jacques Necker llegó a publicar en 1781 un presupuesto de la nación (Compte rendu au roi) que supuso su inmediato cese: por primera vez la opinión pública conoció las elevadas partidas destinadas a sufragar los gastos de la corte. Tal ejercicio de transparencia le reportó un gran prestigio entre el pueblo y la burguesía. En 1783, Charles Alexandre de Calonne, nuevo ministro de finanzas, intentó poner en práctica un plan de reforma fiscal basado en las ideas de sus antecesores, que, en síntesis, suponía la desaparición de los privilegios fiscales de la nobleza y el clero. La frontal oposición de los poderosos provocó su caída en abril de 1787; le sustituyó Loménie de Brienne, arzobispo de Toulouse y uno de los más acérrimos enemigos de las reformas.

Desarrollo

Ocurrió en Francia de 1789 a 1799. Fue ocasionada por el pueblo llano al rebelarse contra la nobleza. La Revolución comenzó el 14 de julio de 1789 y acabó en 1799 con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte. Las consecuencias fueron que se acabó con el feudalismo del Antiguo Régimen y las monarquías autoritarias. La fuerza dominante en el gobierno posterior a la Revolución fue la burguesía.

Conclusión

Las ideas y el ejemplo de la Revolución Francesa se extenderán por toda Europa, lo que provocará el fin del sistema del Antiguo Régimen a lo largo del siglo XIX en, prácticamente, todo el continente. Esta es la importancia fundamental de este hecho y por eso su inicio significa el fin de una era histórica.

Gran parte de las ideas en que se sustenta el sistema político, económico, social e ideológico dominante en los países occidentales desarrollados hoy en día, son herederas de las que surgieron durante la Revolución Francesa. Por tanto, nuestro sistema de vida actual debe mucho a este acontecimiento histórico.

La Revolución sustituyó al Estado absolutista del Antiguo Régimen, fundado sobre la teoría del derecho divino y que garantizaba los privilegios de nobleza y clero, por un Estado liberal y laico, fundado sobre los principios de la soberanía nacional, de la separación de los tres poderes y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Estos principios, junto con los derechos y obligaciones de los ciudadanos aparecerán recogidos en textos constitucionales.

El nuevo Estado que aparece es un Estado burgués que garantiza el predominio de la burguesía. Por tanto, la clase burguesa consigue el poder político y se convierte en la clase dirigente de los siglos XIX y XX.

El sistema económico feudal, propio del Antiguo Régimen, es sustituido por el sistema económico capitalista, que es el que sigue predominando en gran parte del mundo actual.

Surge el concepto de nación. Durante el Antiguo Régimen, el territorio de un Reino era patrimonio del rey; con la Revolución Francesa, la patria será de todos los ciudadanos (soberanía nacional). De aquí deriva el nacionalismo como ideología política que surgirá en el siglo XIX.

Surge el concepto de ciudadano. Durante el Antiguo Régimen, los habitantes de un Reino eran súbditos del rey, es decir, individuos cargados de deberes y obligaciones. El ciudadano que aparece con la Revolución Francesa será, por el contrario, un individuo con derechos.

Aparecen las milicias voluntarias formadas por ciudadanos en defensa de la patria, frente a los ejércitos mercenarios al servicio de un rey propios del Antiguo Régimen. De aquí deriva la idea de defensa nacional.

La Revolución dejará como legado la existencia de la libertad de expresión y de la libertad religiosa, y abrirá el camino a la separación Iglesia-Estado, requisito imprescindible para el buen funcionamiento de un régimen liberal o democrático. Esto supondrá una disminución del control de la sociedad por la Iglesia, que pierde buena parte de sus prerrogativas.


Fuentes de información